Una de las cosas que más me gustó de México (de las pocas que visitamos) fue el Museo de Arte Popular que reúne el trabajo artesanal del país.
Una de las cosas más ricas del pueblo mexicano es sin duda su cultura (y su mezcla de mayas, aztecas, españoles con su proximidad a USA). Sus grandes dosis de fervor estrechamente relacionados con la magia, la vida, la muerte, el misterio y la divinidad.
En cuanto a manifestaciones artísticas, dos cosas me llamaron la atención, por un lado la celebración del día de los muertos en México. Es una fiesta en la que los vivos honran a los muertos, en gran parte de los hogares se colocan ofrendas, en especial a los niños difuntos, los artistas populares desbordan su imaginación a través de los llamados juguetes de muertos y de los alfeñiques.
El mexicano aborda la muerte como parte complementaría de la vida, su origen se encuentra en las culturas prehispánicas para las que la muerte significó la evolución hacia lo eterno, las escenas de vida y de muerte se encuentran entrañablemente unidas aludiendo que morir es necesario para renacer.
Por el otro los Árboles de la Vida. Una de las muestras más conocidas del arte popular mexicano, piezas en donde se funde la creatividad y la maestría en los oficios; mostrando en sus comienzos a la vida humana, el pecado original y el juicio final, y evolucionando para crear piezas tan fantásticas como sorprendentes.
